Las personas que presentan hiperempatía pueden experimentar ansiedad, estrés crónico y fatiga emocional debido a su propensión a asimilar el dolor ajeno, explica Rodrigo Martínez de Ubago, psicólogo clínico y colaborador docente de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC. Entre otras medidas, recomienda el mindfulness y la regulación emocional para no dejarse arrastrar por ese torbellino emocional que experimentan estas personas.
Este rasgo, que no está reconocido como un diagnóstico clínico, es un fenómeno en el que las emociones de los demás se experimentan con tal intensidad que pueden desencadenar dolor físico, ansiedad extrema y agotamiento mental.
En un artículo publicado en Diario de Navarra, este experto explica que estas personas viven en una constante tormenta emocional, ya que la felicidad y el dolor ajenos no son simples estímulos externos, sino sensaciones internas que afectan su bienestar diario. Para los hiperempáticos, no es solo la capacidad de comprender el dolor ajeno, sino la imposibilidad de no sentirlo en carne propia.
Emociones que sobrepasan
«La empatía consiste en la capacidad que tenemos de que las emociones de los demás resuenen en nosotros. Cuando alguien cercano está triste, si yo soy muy empático, es fácil que me ponga triste también. Su emoción resuena en mí, siento su emoción. En la hiperempatía, esta característica se da en exceso: siento mucho y con más intensidad las emociones de los demás, sean quienes sean; ni siquiera es necesario tener un vínculo con ellos», explica Rodrigo Martínez de Ubago.
Según estudios recientes, esta capacidad tiene un componente genético, aunque el entorno también influye en su desarrollo. A veces presenta una superposición genética con el autismo y con las personas altamente sensibles (PAS).
«Cada vez hay más estudios que demuestran la base biológica de la empatía. En general, la sociedad tiende a pensar que estas características, como los rasgos de personalidad, son adquiridas y se aprenden. Lo cierto es que son características fundamentalmente innatas. Uno es más empático por los genes que le han transmitido sus padres que por la educación que haya recibido. Dicho esto, el ambiente también tiene un peso importante para terminar de conformar estas características, incluido el prenatal», señala Martínez de Ubago.
En este sentido, la hiperempatía parece ser más frecuente en personas altamente sensibles y en aquellas que han experimentado traumas tempranos, lo que sugiere que la interacción entre la genética y las experiencias de vida puede potenciar este rasgo.
Ventajas y desventajas
La hiperempatía tiene ventajas y desventajas, dependiendo del contexto. Como casi todos los rasgos, cuando es excesivo, puede suponer un problema más que una ventaja, indica el experto de la UOC.
En el lado positivo, implica ser muy sensible a las emociones de los demás, lo que facilita comprenderlos mejor y ayudar a los otros. También favorece una mayor conexión emocional y una gran capacidad para detectar cambios emocionales sutiles, muy útil en profesiones como la psicología, la medicina y la educación.
«Los hiperempáticos pueden ser percibidos como buenas personas, que nos entienden y se hacen cargo de nuestras emociones. Cuando esta circunstancia es elegida, no es un problema, y es una característica que generará vínculos más fuertes. Pero muchas veces el hiperempático no lo pasa bien. No quiere sentir las emociones que está sintiendo. Debe apartarse de la fuente emocional y empezar a gestionarla», explica Martínez de Ubago.
Esta capacidad también favorece aptitudes para la mediación y la resolución de conflictos, ya que permite percibir más fácilmente las emociones de los involucrados. Además, este rasgo está relacionado con una alta creatividad y un pensamiento introspectivo, lo que permite desarrollar una gran profundidad emocional en el arte y la literatura.
Pérdida del control
Sin embargo, cuando la hiperempatía es extrema, estos beneficios pueden quedar opacados por los efectos negativos. «Cuando las emociones dependen de las de los demás, es fácil perder el control. Estas personas son demasiado sensibles y propensas a sentir emociones que en realidad no son suyas, sino las de los demás resonando en ellas», advierte el experto.
Los hiperempáticos pueden experimentar ansiedad y estrés crónico, así como fatiga emocional, al absorber el dolor ajeno sin poder desconectarse. Esto dificulta la toma de decisiones debido a la influencia del estado emocional de los demás. La hiperempatía también genera problemas de identidad, ya que las personas con este rasgo pueden confundirse entre sus propias emociones y las ajenas.
Estos efectos negativos pueden impactar distintos entornos. En el ámbito laboral y en profesiones con alto contacto humano, como la psicología, la enfermería o la educación, la hiperempatía puede llevar al agotamiento emocional y al burnout. En las relaciones familiares y sociales, estas personas pueden volverse dependientes emocionalmente o sentirse abrumadas por la carga emocional de sus seres queridos. En las relaciones de pareja, algunas tienen dificultades para poner límites emocionales, lo que puede generar dinámicas de codependencia.
El experto de la UOC explica que la hiperempatía se manifiesta de forma diferente en cada etapa de la vida. En la infancia, los niños lloran más y son muy sensibles al sufrimiento ajeno. Sin herramientas para gestionarlo, pueden desarrollar ansiedad. En la adolescencia, cuando las emociones son más intensas, la hiperempatía puede generar crisis emocionales y dificultades en la identidad personal. Y en la edad adulta, se manifiesta en la fatiga emocional y en la dificultad para establecer límites con los demás.
Cómo gestionarla para mejorar la calidad de vida
«En primer lugar, hay que ser consciente del problema. Ser consciente de que siento, más que los demás, emociones que no me pertenecen», aconseja Martínez de Ubago. Es necesario aceptar este rasgo para empezar a tomar el control. A partir de ahí, hay que trabajar en el paso de una empatía emocional a una cognitiva, por ejemplo, integrando pensamientos como: Puedo entender cómo te sientes, pero yo no me sentiría igual si me pasara lo mismo que a ti.
Además, es necesario entrenar un distanciamiento emocional. Cada vez que la persona detecte que está sintiendo hiperempatía, debe hacerse consciente de que las emociones del otro son un problema del otro y evitar sentirlas como propias. «A veces el distanciamiento debe ser físico y real, ya que no pueden estar con personas emocionalmente muy cargadas negativamente. Es necesario buscar a otras», recomienda el experto.
Estas recomendaciones forman parte de varias estrategias para regular la hiperempatía y evitar que se convierta en una carga emocional. Entre ellas, se encuentra la terapia cognitivo-conductual (TCC), que emplea técnicas para distinguir las emociones propias de las ajenas y así prevenir la fatiga emocional.
El mindfulness y la regulación emocional, por su parte, ofrecen métodos efectivos para observar las emociones sin absorberlas completamente. También se recomienda la desensibilización gradual, que implica exponerse de forma controlada a estímulos emocionales para fortalecer la resiliencia.
Al mismo tiempo, es fundamental aprender a establecer límites emocionales y aplicar técnicas de desapego, es decir, ayudar a los demás sin absorber su sufrimiento.
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