Aldara Martitegui

Aldara Martitegui

[email protected]

www.thecoachingpost.com

 

Hay que ser más resiliente, -oí decir el otro día a un compañero de trabajo, -Si, si, que está muy de moda… En el fondo no le faltaba razón. Pero sólo en parte. Porque en realidad lo que está de moda es el uso del término, no la resiliencia en sí misma. El poder transformador de la resiliencia es una capacidad del ser humano, que es patrimonio de la humanidad y como tal ha existido siempre.

De todos modos, se siguen cometiendo algunos errores de concepto. Hace poco en una clase con universitarios me sorprendí mucho porque tenían una idea un tanto equivocada de la resiliencia. La mayoría había oído hablar de ella, pero casi todos la relacionaban más con la resignación. La resignación tiene que ver con la conformidad, la tolerancia y la paciencia ante las adversidades.

La resiliencia es mucho más que eso porque, además de aceptar las adversidades, implica salir fortalecido de ellas, utilizarlas para crecer y desarrollar nuestro máximo potencial.

Ejemplos paradigmáticos

Estoy de acuerdo en que visto así suena un poco a cosa de súper héroes. Y es cierto que los que nos dedicamos al desarrollo personal y la motivación, a veces abusamos de ejemplos un tanto alejados de nuestra vida cotidiana. Desde Gandhi a Nelson Mandela pasando por Stephen Hawking, Viktor Frankl, Irene Villa o Malala Yousafzai… reconozco que he usado en múltiples ocasiones estos casos porque son personajes muy conocidos y fáciles de identificar.

Pero precisamente por eso, pienso que usar este tipo de ejemplos, tan reseñables y conocidos, puede tener muchas veces el efecto contrario al que busco; más que conectarnos con el concepto de resiliencia para comprenderla mejor, nos desconecta de ella, nos hace verla como algo que no nos pertenece, que es cosa de otros, que es una heroicidad que no va con nosotros.

Un caso real

Por eso quería compartir en este blog un caso de resiliencia real como la vida misma, para que quede constancia de que esto no es cosa de superhéroes.

El pasado 10 de noviembre se celebró el Día Internacional del Síndrome de Ondine. Se trata de una enfermedad rara e incurable que afecta de manera grave al control nervioso autónomo de la respiración. A los niños que la padecen se les practica una traqueostomía al nacer y viven conectados a un respirador porque si se duermen… dejan de respirar.

Terrible ¿verdad? ¿Os imagináis el día a día de estas familias? Ya no sólo porque tienen que salir a la calle con un aparato que pesa 30 kilos…sobre todo por la preocupación constante ¿y si el bebé se queda dormido en el coche?

Que yo conozca esta enfermedad se lo debo a María. Fuimos juntas al colegio y ella es ese ejemplo de resiliencia del que os quería hablar hoy.

Aceptación

Porque María, efectivamente aceptó con paciencia, conformidad y tolerancia la enfermedad de su hijo, lo cual es muy normal en una madre… es lo que toca, qué remedio ¿no? Cualquier madre lo haría… María lo hizo todos los días durante cinco años, desde que Nacho nació hasta que falleció.

Bueno, pues hay algunas madres y/o padres que, en casos como estos, se quedan ahí, en la resignación y en el “tirar pá alante porque no queda más remedio” (y no digo yo que eso esté mal). Pero hay otras madres y/o padres que dan un paso más.

Y este es el caso de María. Ella fue un poco más allá y dio ese salto necesario para convertir la resignación en resiliencia. Porque durante cinco años, no sólo se sobrepuso a la adversidad, sino que salió fortalecida gracias a ella, creció, desarrolló su máximo potencial y su creatividad.

Ejemplo de superación

Eso explica que unos años antes de que falleciera Nacho, y con motivo del día internacional del Síndrome de Ondine, esta madre, ejemplo de resiliencia pura y dura (no de superhéroes no, hablo de la resiliencia “de andar por casa”) consiguiera reventar las redes sociales con la foto de su hijo.

Ese niño…ese “pobrecito niño” –como pensarían algunos- que vivía conectado a un respirador para poder seguir vivo, se convirtió en la punta de lanza de las familias que luchan para dar a conocer el Síndrome de Ondine y conseguir fondos para que se investigue. Este es el poder transformador de la resiliencia.

Así que de “pobrecito niño” nada. Todo lo contrario. Menuda suerte la de Nacho por tener una madre como María: una madre que eligió dar ese pasito más para pasar de la resignación a la resiliencia… y no lo hizo como un acto de heroicidad, sino como un acto de libertad.

Elección personal

Porque en esto consiste realmente la libertad del ser humano: en la posibilidad de elegir la actitud que queremos tener ante las cosas que nos ocurren.

Ser resiliente es una elección personal. No nacemos resilientes o no resilientes. Lo vamos aprendiendo a lo largo de nuestra vida… aunque es verdad que los que tenemos la suerte de vivir de cerca casos inspiradores como el de María, lo tenemos mucho más fácil.