Patricia Vallés
Desde hace años voy a caminar por el pulmón de Barcelona, la sierra de Collserola. Practicar el Mindfulness en la naturaleza se ha convertido en un hábito. Cuando por cualquier motivo no puedo ir, siento que me falta algo, porque me ayuda a conectarme conmigo misma y a desconectarme del bullicio de Barcelona. Me ayuda a sentirme bien.
Suelo ir muchas veces sola con mi perro y algunas veces acompañada de otra persona. Cuando voy sola es como una meditación, una reconexión conmigo misma y con la naturaleza. Cuando voy acompañada, siento que es un momento de mucha apertura y buena comunicación. Una comunicación honesta, rica, abierta, de las que permite profundizar en los temas más íntimos.
Y como instructora de Mindfulness-MBSR y psicóloga, esta conexión me interesa mucho. Antes de dedicarme a la terapia, trabajé como directiva en varias agencias multinacionales de comunicación y también como consultora externa. Aunque en aquel tiempo, hace más de 20 años, ya practicaba Yoga Ashtanga. Actualmente compagino mi labor como instructora con la docencia en la universidad.
Viviendo y sintiendo en mí los beneficios del compartir caminando por la naturaleza, me di cuenta de las ventajas y efectos positivos que podía tener llevar a cabo las sesiones de terapia de esta forma. También investigué las razones por las que caminar relajadamente en un entorno natural aporta tantas facilidades para abrirse y comunicarse.
Una revelación que me hizo pensar mucho fue cuando averigüé que Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, cierra todas sus negociaciones mientras pasea en un entorno natural situado al lado de su oficina. Él también comparte la premisa de que hay que estar con la energía óptima para tomar decisiones.
Además de mis paseos, una de las sesiones grupales que más disfruto son los baños de bosque que organizo regularmente, porque veo el efecto positivo que tiene en las expresiones de las personas que participan en ellos. Hay un antes y un después. Hay un efecto casi mágico. Pero de mis experiencias con esta práctica ya os hablaré más otro día.
Desde la observación y mis propias vivencias con los paseos por la naturaleza, he sacado estas conclusiones:
- Las personas conectan con ellas mismas y los demás, y se expresan más abiertamente cuando se combina tener tiempo, estar activo y en armonía con la naturaleza. Esta es la fórmula mágica.
- Mi experiencia y los estudios demuestran que la actividad física y el caminar en la naturaleza activan el cuerpo y la mente. Uno se oxigena. La energía fluye en todo el cuerpo y permite pensar y sentir de forma más intensa.
- Además, cuando dos personas caminan juntas conectan sus pasos y consiguen sinergias. Se sincronizan. Existe una conexión energética.
- Esta práctica nos permite tener una mirada interior y alternarla, a la vez, con una mirada cómplice hacia la otra persona. Nos permite elegir qué es lo que nos conviene más en cada momento, dependiendo de la intensidad de lo que se esté comunicando.
- La pandemia hizo más fácil que los clientes/pacientes se apuntaran a este tipo de sesiones por ser más seguras y gratificantes. Al ser al aire libre, se evitaba el peligro de contagio de las salas. Pero una vez se prueban, se quieren repetir, aunque ya no haya ningún riesgo sanitario.
¿En qué consisten estas sesiones y cómo se viven?
Son sesiones de escucha activa, basadas en las terapias de tercera generación, de aceptación y compromiso con las técnicas de Mindfulness. En ellas se combinan momentos de relajación, de silencios, con momentos de meditación y, si es necesario, con la práctica de algunas asanas de yoga. Todo depende del momento de la terapia y de lo que necesita el cliente/paciente.
¿Cuáles son las ventajas y los beneficios de estas sesiones?
- Se produce una rápida desconexión del ritmo del día a día, tanto del cliente como del terapeuta.
- Se entra en calma más rápidamente, en el aquí y en el ahora.
- Hay una gran facilidad para combinar las diferentes técnicas: respiraciones conscientes, meditaciones, caminar consciente…
- La activación de la energía hace que haya una conexión entre el cuerpo, la mente y el contexto. Esta conexión ayuda a sentir las emociones de forma más intensa, por lo que se expresan sin tantos frenos.
- Se genera una mayor capacidad de interiorización (no hay una mirada analítica constante de uno mismo).
- Se crea una conexión y un momento de intimidad especial entre el terapeuta y el paciente.
El único inconveniente es si llueve o hace mucho frio, pero en esos casos toca hacer sesión en sala. También existen alternativas a ir al bosque, ya que, dependiendo de la disponibilidad y la edad de los clientes/pacientes, las sesiones se pueden impartir en alguno de los parques agradables de Barcelona. En muchos casos se combina las sesiones de naturaleza con sesiones de sala. Todo es muy flexible y adaptable a las necesidades del momento y del paciente.
Genial esta metodología. Yo amo el bosque.