Susana Zaballa

 

 

Es un hecho que no nos cuidamos. Sí, es cierto que vivimos en la cultura de la búsqueda continua de experiencias agradables: spas, hoteles de lujo, comida sofisticada, bebidas de todo tipo, viajes exóticos… Nunca hemos experimentado tantas comodidades y, sin embargo, la insatisfacción es permanente. Siempre esperando otro viaje, otro fin de semana, una cerveza al salir de trabajar… todas las tareas son de tránsito esperando otra mejor. Somos incapaces de disfrutar de lo que tenemos, de lo que hemos logrado, del nivel de bienestar que hemos alcanzado muchas veces a través de mucho trabajo y sacrificio.

Necesitamos educar a nuestro cerebro, creado en una época en la que sobrevivir era una cuestión no garantizada, para que salga del modo alarma, siempre pendiente de lo negativo, de la amenaza y aprenda a disfrutar de un mundo con menos riesgos físicos. Nuestro cerebro está diseñado para ayudarnos a sobrevivir, pero no para hacernos felices. Por ello, debemos aprender dos cuestiones básicas, obvias y esenciales del autocuidado:

Primero: Date cariño. Vivimos en una sociedad en la que no se nos permite querernos.  Está bien vista la auto-exigencia, la autocrítica, el martirizarse y auto-machacarse cada vez que nos equivocamos, pero no está bien visto tratarnos bien y animarnos para que la próxima vez salga mejor. Creemos que ser compasivos/as con nosotros/as mismos/as es ser autoindulgentes y no es así.

Podemos ver la diferencia con un ejemplo: si estamos enseñando a nuestra hija a montar en bici, ser compasivo con ella sería ayudarla cuando se cae, resaltando lo que le ha salido bien y animándola a intentarlo de nuevo para poder mejorar. Indulgencia sería recogerla del suelo y darle unos chuches para que se olvide del dolor.

En nuestro caso, por ejemplo, si nuestra jefa nos pide que nos quedemos una hora más a terminar un trabajo urgente después de una jornada intensa y agotadora, la autocompasión nos llevaría a salir de la oficina a dar una vuelta a paso ligero, tomando aire fresco, reactivando el organismo (está demostrado que un paseo de diez minutos a ritmo rápido aporta energía para trabajar una hora más). Por el contrario, la auto indulgencia nos llevaría a salir a fumar un cigarro con un compañero mientras nos quejamos de la mala suerte que hemos tenido desde que llegó esta nueva directora, antes de volver al trabajo.

La auto-compasión tampoco tiene nada que ver con el egoísmo o con el egocentrismo. La auto-compasión, según la psicóloga estadounidense Kristin Neff, referente internacional en este campo, consiste en «abrirse al sufrimiento propio, sin rechazarlo o evitarlo, experimentando sentimientos de amabilidad y cariño hacia uno/a mismo/a, con actitud comprensiva y sin juzgar el fallo o el fracaso que ha causado el sufrimiento».

Por otro lado, aprendiendo a ser compasivos/as con nosotros/as mismos/as nos permite ser compasivos/as con las demás personas, ayudando a crear una cultura organizacional empática, que cuida de su gente y trata de aliviar su sufrimiento.

Segundo: Duerme bien, haz ejercicio y aliméntate adecuadamente. Arianna Huffington es la fundadora del famoso diario Huffington Post. Hace unos años, en su despacho, cayó desmayada por agotamiento rompiéndose el pómulo por el golpe. Llevaba mucho tiempo durmiendo 4 horas y tratando de sacar adelante una empresa recién nacida y una familia monomarental. Desde entonces, ha escrito un libro sobre el tema y recorre el mundo dando conferencias sobre la importancia del sueño. Su charla en TED no tiene desperdicio.

Es físicamente imposible rendir adecuadamente durmiendo menos de 7 horas de continuo. Los seres humanos necesitan dormir y comer adecuadamente. La falta de sueño propicia el desarrollo de enfermedades como la diabetes, además de restarnos energía y vigor para la vida. Si vives no haciendo caso de tus ciclos naturales de actividad y descanso, probablemente te estés convirtiendo en una mala versión de ti mismo/a.

Citando literalmente a Arianna Huffington: «Con la privación del sueño pierdes el control de tus impulsos y te comportas de manera irracional» . En su libro cita anécdotas que han sucedido a personas famosas con las consecuencias de dormir pocas horas como protagonistas. Entre ellas, el expresidente Bill Clinton reconoce que sus peores decisiones fueron tomadas después de noches en las que su tiempo de dedicación al sueño no superaba las 4 horas.

Con respecto a la comida, no soy nutricionista ni experta en el área por lo que no pretendo extenderme aquí con una cuestión tan amplia. Sí me gustaría resaltar que a veces, casi siempre, la perspectiva no es solamente qué comemos sino cómo comemos. Enfrente de la tele o del ordenador, después de una llamada estresante con la ansiedad dentro del estómago, con la cabeza en todo lo que nos queda pendiente por hacer… engullimos más que comemos.

Perdemos la atención en la comida y desconectamos del cuerpo: no percibimos cuando  estamos comiendo en exceso o si lo que comemos nos llena de energía o por el contrario nos hace sentir mal.

Muchas personas han descubierto que resuelven ciertos problemas digestivos masticando más y comiendo más despacio. Cada uno/a de nosotros/as somos diferentes y nuestro metabolismo y nuestras necesidades nutritivas también lo son.

Te propongo que, al menos una vez a la semana, pruebes a comer con tranquilidad, centrando la atención en la comida, en sus sabores y olores, degustando cada bocado desde que entra en la boca hasta que baja al estómago pasando por la garganta, en cómo te está sentando en el cuerpo, en definitiva, comiendo como si hubieras pagado 150 euros por el menú en un restaurante de tres estrellas Michelín. ¡Verás como descubres cosas nuevas de la comida y de ti mismo/a!

Hacer ejercicio a diario forma parte de nuestra naturaleza. Somos seres dinámicos y, además, el ejercicio es una forma de disminuir el estrés y de hacernos sentir bien gracias la generación de endorfinas.

Según la organización Action for Hapinness, creada en el Reino Unido con el fin de mejorar la calidad de vida de nuestra sociedad, nuestras acciones pueden mejorar nuestro nivel de felicidad y el de las personas con las que convivimos. Cuidarte es una de esas acciones que encabezan la lista. ¿No te parece evidente?